De pesos y fracciones

                

Billetes antiguos. Imagen tomada de https://acortar.link/hsSeaq

Monedas antiguas. Imagen tomada de https://acortar.link/fJM0KO

Hola a todos, espero que se encuentren muy bien. 

Anduve pensando en esta semana una cosa bien curiosa. Resulta que pertenezco a una generación que conoció la moneda fraccionaria y los billetes de baja denominación. Así las cosas, recuerdo que me llegaron a dar en mi infancia 50 centavos para “comprar cosistas” como dicen aquí en Medellín. Conocí entonces las monedas de 50 centavos, las de peso, las de dos, de cinco, de 10, de 20 y de 50, estas últimas todavía en circulación, aunque chiquiticas. También conocí los billetes de a peso, de dos, de cinco de 10, 20, 50, 100,200 y 500 pesos. Los de mil en adelante ya son un poco más conocidos por las nuevas generaciones.

A lo que quiero apuntar es que antes nos daban las vueltas exactas cuando comprábamos algo, cosa que cambió con el paso del tiempo, ya que creo que a todos nos ha ocurrido que no nos devuelven completo o dejamos de pagar completo. Ejemplo. Un producto vale $5.560, como no tienen los $40 para devolver, redondean por lo bajo y nos devuelven $50, o sea nos ganamos $10. Si vale $5.540, se aplica la operación inversa, nos redondean a $5.550, o sea, pagamos los $10 y no pasa nada. Es algo ya muy normal.

La única manera en que tenemos la posibilidad de hacer pagos exactos con cuentas fraccionarias es cuando realizamos pagos con tarjetas o traslados por cualquier concepto, ahí si se va puntual la cantidad. 

Mi primer pago, fruto de mi labor fueron $200, el billete que tenía la cara de Mutis, y fue un momento muy emocionante, era un niño, y fue en un tiempo en que mi padre me llevó a su taller para empezar a enseñarme su oficio de orfebre. Me sentí millonario, tanto que invité a mi madre a comer a un restaurante, hasta propina le di al mesero ese día, o al menos es lo que recuerdo.

Todo esto es para decir que, con el paso del tiempo, la economía cambia radicalmente. Hoy sería imposible comprar cualquier cosa con 50 centavos de peso, es un asunto creo yo, apenas natural en la evolución de la economía, y muy seguramente los próximos cambios en materia fiscal y tributaria probablemente nos causen escozores muy significativos en aras de la nueva “vida en sabrosura”.

No me opondría tanto a las modificaciones si se garantizara en un primer momento frenar y acabar del todo con la corrupción rampante en todos los niveles y estancias y no hablo solo del gobierno, hay particulares que también hacen de las suyas con esta perversa práctica, con lo que se pierden recursos invaluables para muchas cosas que son necesarias para un buen desarrollo del Estado y sus ciudadanos, y que exista una mayor equidad.

Hubo un presidente en Colombia, Julio César Turbay Ayala, quien, para eterno recuerdo dejó una “perla” totalmente fuera de todo acierto: «Reduciré la corrupción a sus justas proporciones». Como si tal cosa existiera. La corrupción, y en este costal también meto a los evasores, no pueden tener cabida en una sociedad, o por lo menos, así debería ser a mi modo de ver. 

Se ha dicho que los recursos públicos son sagrados, entonces, pecan de herejía aquellos que se aprovechan de ellos, apropiándoselos y haciendo un mal uso de estos, y ahí es donde nos cuestionamos ¿qué pasa con nuestra justicia? ¿Por qué nuestras leyes no son más contundentes frente a corruptos y evasores? ¿Será verdad que ahora si va a haber mano dura? Pero demórese uno para que vean. Me pasó hace cuatro años, tuve que declarar renta, pero por un descuido, me aplicaron mora. Por la declaración como tal no tenía que pagar, pero si me figuró pagar un montón de multa por declaración posterior. Ojalá que las leyes dejaran de ser solo “para los de ruana” y se aplicaran con el mismo rigor a todos los infractores. 

Soñar no cuesta nada. Hasta la próxima

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